Biblioteca de recursos Artículos de Perspectiva Judaísmo mesiánico

Judaísmo mesiánico

Ensayos de opinión

Tiempo de lectura: .

Esta es una parte de nuestra serie de Artículos de Perspectiva. Estos ensayos de opinión no constituyen declaraciones o posiciones oficiales de Gateway Church, sino perspectivas nacidas de una reflexión seria sobre asuntos complejos relacionados con Israel.


Introducción

A partir del resurgimiento del judaísmo mesiánico como una tradición religiosa distintiva hacia finales del siglo XX, se ha dado un gran debate acerca de la legitimidad de la identidad judía mesiánica dentro de la Iglesia, así como dentro del mundo judío en general. El debate surge, en parte, de la afirmación cada vez más extendida de que Jesús y sus discípulos, como judíos del siglo I, vivieron su fe dentro de los confines del judaísmo durante el periodo tardío del Segundo Templo. Ahora bien, una vez que se tiene esta perspectiva ¿resulta incorrecto seguir llamando “cristianos” a Jesús y sus discípulos? ¿Sería mejor referirse a ellos como “judíos mesiánicos”? Y, de ser así, ¿deberíamos ver al judaísmo mesiánico como la forma más auténtica u original de la fe cristiana? Para abordar estas cuestiones es esencial mirar al movimiento moderno de judaísmo mesiánico y explicar su relación tanto con el judaísmo como con el cristianismo como tradiciones religiosas. El siguiente ensayo de opinión examinará las principales características distintivas del movimiento judío mesiánico y reivindicará que la Iglesia debería ofrecer un espacio para que los creyentes judíos en Jesús expresen completamente sus identidades distintivas según los guíe el Espíritu Santo.

¿Qué es el judaísmo mesiánico?

La famosa máxima inglesa “Words create worlds” [las palabras crean mundos] indudablemente es verdad para quienes creen que “Por la palabra del Señor fueron creados los cielos” (Salmo 33:6, NVI). El lenguaje humano está repleto de poder y significado. Sea cual fuere el mensaje que pretendamos expresar, las palabras que usamos (a nivel individual y comunitario) le dan forma a su contenido, tono y sentido. En GCFI evitamos, con toda la intención, usar los títulos “cristianos judíos”, “cristianos hebreos” o “israelitas” al hablar de los seguidores judíos de Jesús por una razón: cada uno de estos términos tiene sus connotaciones e historia. Del mismo modo, cuando hablamos de “judaísmo mesiánico” nos referimos a algo específico, por lo que no usamos el término genéricamente para referirnos a cualquier forma de fe cristiana revestida de un atuendo judío.

No es raro escuchar que a los creyentes judíos en Jesús se los describa como “cristianos judíos”; sin embargo, esta terminología socava las creencias de algunos judíos mesiánicos sobre sus propias identidades. En la denominación “cristiano judío” el sustantivo es “cristiano” y el adjetivo es “judío”. Así, al llamar “cristiano judío” a un creyente judío, se establece sutilmente que su identidad cristiana se vuelve la primordial, mientras que su identidad judía es secundaria. Puede leer más sobre el por qué esto resulta problemático en el ensayo de opinión titulado “Identidad judía”.

Por otro lado, la frase “judaísmo mesiánico” tiene un significado diferente a la frase “cristianismo judío”. En la primera, el género es “judaísmo” –no “cristianismo”– y la especie es “mesiánico” (Kinzer 2000, 4-5). Cuando la palabra “judaísmo” se designa como género, se comunica que los adeptos al judaísmo mesiánico comprenden su identidad primeramente en relación con el judaísmo en lugar del cristianismo. Mark Kinzer, uno de los estudiosos judíos mesiánicos más destacados, incluso ha señalado la diferencia entre decir “movimiento mesiánico” y “judaísmo mesiánico”, pues “el primer término fácilmente puede denotar un avivamiento de la torá entre los cristianos gentiles; el segundo, no. Un judaísmo mesiánico sin judíos no es judaísmo en absoluto” (Kinzer 2000, 5). En términos simples, usar la palabra “judaísmo” enfatiza que el judaísmo mesiánico es un movimiento judío, no gentil.

Pero no todos quienes se identifican como judíos mesiánicos estarían de acuerdo con Kinzer. Por ejemplo, en 2012 se convocó al Tercer Simposio Anual de Borough Park bajo el título “¿Qué tan judía debería ser la comunidad judía mesiánica?” Diversas visiones estuvieron representadas en el simposio, entre ellas la de Baruch Maoz, cuyo artículo explica su preferencia –a diferencia de Kinzer– por el término “cristiano judío”, al afirmar que solo puede haber una ecclesia, compuesta de aquellos que se identifican, ante todo, como cristianos. Este tipo de diversidad de pensamiento sigue existiendo en gran manera a lo largo y ancho del movimiento mesiánico global. En GCFI a menudo preferimos usar el término “creyente judío en Jesús” porque: 1. acentúa la importancia de la creencia judía en Jesús; 2. puede usarse acertadamente para hablar de creyentes judíos tanto en la antigüedad como en nuestros días; y 3. demuestra tacto frente a los creyentes judíos que prefieren no usar el término “judío mesiánico”.

No obstante, las inquietudes subyacentes tanto de Kinzer como de Maoz son válidas. Existen dos peligros: por un lado, la asimilación por parte del judaísmo mesiánico, con la consecuente pérdida de la identidad y particularidad judías; por otro, el separatismo y la reconstrucción del “muro de enemistad que nos separaba” (Ef 2:14, NVI). Como quedará claro en este ensayo, la eclesiología yace en el centro del debate mesiánico en lo que a terminología se refiere. ¿Qué es “la Iglesia”? ¿Consta solo de “cristianos”? ¿O de judío y gentil unidos en la unidad del Espíritu? Si los creyentes judíos han de seguir siendo un componente diferenciado dentro de la Iglesia, entonces ¿cómo ha de definirse eclesiológicamente la identidad judía? ¿Debería animarse a los creyentes judíos a establecer sus propias congregaciones, separados de los creyentes gentiles? ¿Cómo pueden participar los judíos mesiánicos en la vida de la Iglesia y en la vida comunitaria del colectivo judío en general de forma simultánea? Estas son, sin lugar a duda, preguntas difíciles de responder. En Gateway Church buscamos equilibrar esta complejidad particular con la guía constante del Espíritu Santo.

Una cuestión inicial, latente en el término “judaísmo mesiánico”, es si los creyentes judíos en Jesús deberían o no considerar su afiliación religiosa principal al amparo del judaísmo o del cristianismo. No se trata simplemente de etiquetas, sino de un asunto de importancia práctica. Por ejemplo, ¿un creyente judío debería adorar y orar usando tradiciones y liturgias cristianas o judías? ¿Debería celebrar Janucá o Navidad… o ambas? Si el Talmud ha jugado un papel tan significativo a lo largo de la historia del judaísmo, ¿qué tanto debería jugarlo en la vida de un judío mesiánico? Para aquellos que se identifican en primera instancia con el cristianismo, la tradición rabínica es complementaria o irrelevante, incluso dañina; pero para quienes buscan identificarse primeramente con el judaísmo tal como lo define la comunidad judía contemporánea, la tradición rabínica juega un papel mucho más importante.

La siguiente pregunta ilustra cómo esta cuestión nos lleva a la eclesiología: cuando una persona judía que no ha sido expuesta a las tradiciones del cristianismo o del judaísmo escucha por primera vez el evangelio y se compromete a seguir a Jesús ¿qué se le debería instruir que haga a continuación? ¿Afiliarse a una sinagoga local? ¿Integrarse a una iglesia cristiana? ¿O encontrar una congregación mesiánica a la que pueda unirse? Probablemente la respuesta tenga que ver, ante todo, con el llamado individual de cada creyente (puede leer más sobre ello en nuestro ensayo de opinión sobre identidad judía). Sea como sea, y si bien en GCFI animamos a los creyentes judíos a incorporarse a congregaciones mesiánicas, el simple hecho de tener la opción de elegir resulta clave para el movimiento mesiánico en general.

De acuerdo con la Union of Messianic Jewish Congregations [Unión de Congregaciones Judías Mesiánicas o UMJC, por sus siglas en inglés], el judaísmo mesiánico es un movimiento congregacional; la primera mitad de la más reciente declaración de la UMJC sobre judaísmo mesiánico lo argumenta con precisión:

“La Unión de Congregaciones Judías Mesiánicas (UMJC) concibe al judaísmo mesiánico como un movimiento de congregaciones y grupos judíos comprometidos con Yeshúa el Mesías, quienes abrazan la responsabilidad, dada por el pacto establecido con Dios, de vivir una vida e identidad judías arraigadas en la torá, expresadas en tradiciones y renovadas y aplicadas en el contexto del Nuevo Pacto”.

El otro gran organismo judío mesiánico en Norteamérica, la Messianic Jewish Alliance of America [Alianza Judía Mesiánica de Estados Unidos o MJAA, por sus siglas en inglés], da la siguiente definición en su sitio web:

“El judaísmo mesiánico es un movimiento de bases bíblicas, de judíos dedicados que, como tales, creen en Yeshúa (Jesús) como el mesías judío de Israel, de quien hablaron la ley judía y los profetas”.

Notablemente, la MJAA usa la palabra “movimiento”, pero enfatiza que es “de bases bíblicas” y omite la referencia de la UMJC a “congregaciones y grupos”. Así, la definición de la MJAA es ligeramente más amplia y consciente de aquellos que se identifican como judíos mesiánicos, pero eligen seguir siendo miembros de iglesias en lugar de congregaciones mesiánicas.

La subsidiaria congregacional de la MJAA, la International Alliance of Messianic Congregations and Synagogues [Alianza Internacional de Congregaciones y Sinagogas Mesiánicas o IAMCS, por sus siglas en inglés], dice lo siguiente en su declaración sobre el judaísmo mesiánico:

“Creemos que el verdadero ‘judaísmo bíblico’, la fe de los creyentes del siglo I, misma que buscamos practicar, reconoce la continuidad de la fe depositada en el único Dios verdadero, tal como se revela a lo largo de las Escrituras y se manifiesta, finalmente, en el hijo de Dios, Yeshúa el Mesías”.

Un aspecto distintivo respecto de la UMJC es que la IAMCS nombre “judaísmo bíblico” al judaísmo de los primeros seguidores de Jesús; ello ayuda a revelar cómo estos grupos se relacionan con la tradición judía de formas diferentes.

Para volver a la pregunta antes hecha sobre cómo instruir a un nuevo creyente judío, Kinzer ofrece la siguiente orientación:

“Si el pacto con Israel continúa vigente, si la praxis judía arraigada en la torá constituye el medio apropiado de expresión de ese pacto, y si la tradición religiosa judía determina el formato general de dicha praxis judía, entonces la ekklesia gentil debería instar a los judíos en su seno a cumplir con sus responsabilidades resultado de dicho pacto y vivir como judíos practicantes… Para volver a las asunciones preponderantes en el concilio de Jerusalén de Hechos 15, las iglesias deben ir más allá y reivindicar que los creyentes judíos en Yeshúa no solo son libres de vivir como judíos, sino que están obligados a hacerlo… Si hay una congregación judía mesiánica con sana doctrina en los alrededores de una iglesia, ésta debería recomendar a los judíos acogidos en su seno involucrarse con dicha congregación” (Kinzer 2005, 308-309).

Kinzer pasa a la argumentación de que, si no existe una congregación judía mesiánica con doctrina sana en las cercanías, el creyente “probablemente concluirá no poder practicar su judaísmo” (309), observa que esta es la triste realidad de muchos y, sin embargo, hace un exhorto:

“Las Iglesias no deberían normalizar dichos casos, inclusive si son comunes, y no deberían negar la existencia objetiva de una obligación, incluso si, en determinados casos, las circunstancias hacen desaconsejable cumplir con dicha obligación” (309).

Para algunos otros líderes judíos mesiánicos, las palabras “existencia objetiva de una obligación” han resultado provocadoras y controvertidas. No todos están de acuerdo con que los creyentes judíos estén obligados a practicar el judaísmo –principalmente porque ni siquiera existe un consenso general respecto a qué significa “practicar el judaísmo”–.

Tanto la UMJC como la MJAA definen al judaísmo mesiánico como un movimiento judío, pero desde hace mucho sucede que una mayoría considerable de los involucrados en congregaciones y organizaciones mesiánicas son creyentes gentiles —no judíos—, siendo esta una de las razones principales por las que Kinzer ha enfatizado la necesidad de la participación judía en el movimiento mesiánico. Como ya hemos citado, “un judaísmo mesiánico sin judíos no es judaísmo en absoluto”. En este sentido, si el judaísmo mesiánico se empeña en mantener su peculiar estatus como movimiento judío, lo lógico es que la mayoría de sus miembros sean judíos. La distinción ordenada por Dios entre judío y gentil comienza a desvanecerse cuando los gentiles se vuelven mayoría en las congregaciones judías mesiánicas.

Lo que es más, como lo ha señalado Kinzer, un involucramiento gentil excesivo en las congregaciones mesiánicas a menudo se traduce en expresiones malsanas de observancia de la torá y de las enseñanzas de la Ley. Usted puede aprender más acerca de este tema leyendo nuestro ensayo de opinión “Teologías malsanas sobre Israel”. Son numerosas las razones por las que un cristiano gentil puede desear asistir a una congregación mesiánica y abrazar la identidad o tradición judías. Algunos creen que, de cierto modo, el judaísmo mesiánico es una forma más auténtica, no adulterada, de la fe cristiana. Después de todo, si Jesús era el Mesías de Israel y, por lo tanto, sus primeros seguidores los “judíos mesiánicos” por excelencia, entonces ¿no deberíamos todos aspirar a convertirnos en judíos mesiánicos? He aquí una confusión común.

Para el judaísmo mesiánico, como para todas las religiones, la cuestión de los orígenes resulta importante. El judaísmo mesiánico se origina, en cierto sentido, con Jesús y sus seguidores judíos, pero, en otro sentido, no es sino hasta finales del siglo XX que emerge con su nomenclatura actual (a pesar de la aparición de algunos precursores en el siglo XVIII). David Rudolph, destacado estudioso judío mesiánico y director del programa en Estudios Judíos de la universidad King’s University, define al judaísmo mesiánico como “una tradición religiosa en la que los judíos han afirmado seguir a Yeshúa (Jesús) como el Mesías de Israel al mismo tiempo que continúan viviendo dentro de la órbita del judaísmo” (Rudolph 2013, 21). De acuerdo con Rudolph, es posible referirse a los primeros seguidores de Jesús, con justa razón, como “judíos mesiánicos”, pues eran judíos que vivían dentro de la órbita del judaísmo del siglo I y creían que el mesías prometido de Israel había llegado. De la misma forma, el término es aplicable también para los judíos mesiánicos del siglo XXI que viven su devoción al Mesías “dentro de la órbita del judaísmo”, si bien se trata de un judaísmo que ha sufrido dos mil años de desarrollo.

Dicho lo anterior, ¿es correcto decir que los primeros seguidores de Jesús eran judíos mesiánicos? Si con ello queremos decir que vivían una vida judía y se ubicaban absolutamente “dentro de la órbita del judaísmo” como adeptos de un movimiento mesiánico circunscrito en el siglo I, entonces hay verdad en tal afirmación. Sin embargo, si lo que preguntamos es si su judaísmo podría describirse acertadamente como “judaísmo mesiánico”, estamos haciendo una pregunta completamente distinta. Lo que es más, si concluimos que su judaísmo es lo más importante y que debería ser prescriptivo para todos los creyentes, entonces rápidamente nos deslizamos hacia terreno peligroso. Es precisamente este asunto el que sigue causando división en el movimiento judío mesiánico hoy en día.

Fácilmente se puede poner en duda la noción de un judaísmo del siglo I prescriptivo para “todos” los creyentes (judíos o gentiles) si apelamos a las Escrituras, concretamente, al Concilio de Jerusalén en Hechos 15, que decretó que los creyentes gentiles no necesitan volverse judíos o practicar el mismo judaísmo transmitido a los apóstoles –puede leer más sobre este tema en nuestro ensayo de opinión “Teologías malsanas sobre Israel”–. No obstante, decir si los creyentes judíos deberían definir su identidad judía principalmente de acuerdo con lo que dice el Nuevo Testamento (p. ej., respecto al “judaísmo” trasmitido a los apóstoles) es mucho más difícil. ¿Qué hay de los últimos dos mil años de historia judía y desarrollo teológico? Si bien algunos podrían objetar, Kinzer ha dejado en claro su visión del judaísmo mesiánico:

“Afirmamos una relación valiosa con la totalidad de la tradición judía, no solo con un mundo judío desaparecido con la destrucción del templo de Jerusalén y al que ahora solo se puede acceder a través de la reconstrucción especulativa de los estudiosos” (Kinzer 2000, 4).

Algo similar podría decirse sobre el cristianismo: la fe cristiana es una integración de toda la historia de la Iglesia hasta el presente, ¡no solo la era del Nuevo Testamento tan a menudo objeto de reconstrucciones eruditas! Por lo tanto, debemos ser conscientes de los complejos asuntos que hay en juego y diferenciar entre identidad judía mesiánica del siglo I y del siglo XXI.

Con todo, y sin importar cómo se incline uno a definir el judaísmo mesiánico, es vital para la Iglesia ver que estas son decisiones internas de la comunidad judía. En otras palabras, no hay lugar para que los cristianos gentiles intenten definir la halajá (leyes de la vida judía) o qué significa ser auténticamente judío. El papel de la Iglesia es apoyar a los judíos mesiánicos a descubrirlo por sí mismos con la guía del Espíritu Santo y la verdad de las Escrituras y, sinérgicamente, a través de su conversación con el mundo judío en general, y de los desarrollos históricos y teológicos del judaísmo y del cristianismo a lo largo de los últimos dos milenios.

En resumen, cuando preguntamos qué es el judaísmo mesiánico, la naturaleza de la respuesta aún es dinámica, en cierta forma. Mark Kinzer ha señalado acertadamente que definir la propia tradición religiosa no solo es un ejercicio descriptivo, sino también prescriptivo:

“Cuando preguntamos ‘¿qué es el judaísmo mesiánico?’ en realidad queremos preguntar ‘¿qué debería ser el judaísmo mesiánico?’. Estamos haciendo una pregunta teológica: ¿cuál es nuestro propósito divino y cuál es el propósito de nuestra relación con las iglesias y con la comunidad judía en general?” (Kinzer 2000, 1).

De igual modo, podríamos considerar también cómo abordar la respuesta a la pregunta “¿qué es el cristianismo?”. Cualquier intento de respuesta para describir al todo ecuménico se quedará corto. Por ello, es importante para la Iglesia comprender la diversidad existente dentro del movimiento mesiánico y no sacar conclusiones sobre todos aquellos que se identifican como judíos mesiánicos sin antes involucrase con ellos a nivel individual.

El espectro del pensamiento judío mesiánico

En palabras de Richard Harvey, el judaísmo mesiánico es tanto “una forma judía de cristianismo como una forma cristiana de judaísmo, que desafía los límites y creencias de ambas” (Harvey 2009, 1). Muchos judíos mesiánicos ciertamente pueden hallarse en la difícil posición de no ser lo suficientemente cristianos para el cristianismo, pero tampoco lo suficientemente judíos para el judaísmo. La tensión crece con la insistencia de algunos judíos mesiánicos de ser una expresión legítima de ambos. Sería distinto si los creyentes judíos mesiánicos estuviesen dispuestos a admitir que Jesús no era divino o que, a fin de cuentas, el Talmud tiene más autoridad que el Nuevo Testamento. Pero en general ese no es el caso. Parece que existen diferencias fundamentales entre judaísmo y cristianismo. Puede ser que el judaísmo tradicional esté abierto a admitir que Jesús fue un gran rabino, pero no acepta la afirmación de sus discípulos de su naturaleza divina, como tampoco que el Dios “único” es trino. Del mismo modo, el cristianismo tradicional enseña la importancia de la Palabra de Dios escrita, pero no acepta que la torá oral sea divinamente inspirada o fidedigna. Estas y muchas otras diferencias significativas han llevado a algunos estudiosos a argumentar que judaísmo y cristianismo son, después de todo, sistemas de creencias separados.

Sin embargo, al mismo tiempo, otros estudiosos ven estas cuestiones de la llamada separación como meros acertijos que pueden ser resueltos –especialmente a la luz de los fundamentos judíos del cristianismo­–. Se ha trabajado mucho en demostrar la posibilidad de la existencia de la pluralidad divina en el judaísmo temprano a través de conceptos como sabiduría, logos, memrá, metatrón, o incluso a través de la personificación divina tal como se evidencia en textos cabalísticos posteriores. Y varios de estos mismos estudiosos se han abocado durante mucho tiempo a corregir visiones cristianas reduccionistas que consideran al judaísmo como una religión que equipara las buenas obras con el ser justos, así como el mito de un evangelio “libre de la Ley”, recalcando que cristianismo y judaísmo tienen más en común de lo que normalmente se admite. El trabajo del apologista mesiánico Michael Brown es constructivo a este respecto (vea su serie de libros Answering Jewish Objections to Jesus [Respuestas a objeciones judías sobre Jesús]).

Aun así, hasta el día de hoy, la comunidad judía en general rara vez reconoce la legitimidad de la identidad mesianicojudía. De hecho, los judíos mesiánicos a menudo sufren la hostilidad de sus hermanas y hermanos judíos no creyentes en Jesús, por considerárseles peligrosos para el judaísmo y asumirse que están diluyendo su identidad judía con la fe en Jesús, transigiendo así con los límites existentes entre identidad judía e identidad cristiana. De igual manera, la Iglesia gentil a menudo ve a los judíos mesiánicos con la misma suspicacia, sin tener claridad respecto a si se trata de “judaizantes” contemporáneos que enseñan la justificación por obras y la adopción de prácticas religiosas judías. Muchos se preguntan: “Si crees en Jesús, ¿por qué no simplemente te dices cristiano?”. Si el judaísmo mesiánico yace en algún lugar entre el judaísmo y el cristianismo, entonces es útil considerar exactamente en dónde es que diverge de ambos, para así articular las características distintivas de la identidad judía.

En la primera sección de este ensayo esbozamos someramente cómo el término “judaísmo mesiánico” podía incluir a una gama de quienes se identifican más con las tradiciones cristianas, por un lado, y de quienes se identifican más con las tradiciones judías, por el otro. Quienes se ubican en este último polo argumentan que el judaísmo mesiánico debería ser un movimiento congregacional constituido predominantemente de creyentes judíos en Jesús que existen como una expresión legítima del judaísmo contemporáneo. En esta visión, la palabra clave es “judaísmo”, razón por la que rechazan el término “cristianismo judío”. Sin embargo, quienes se ubican en el polo opuesto y se identifican más con el mundo cristiano, típicamente no tienen problema con el concepto identificador “cristiano judío” –precisamente por argumentar que la identidad cristiana es fundamental–, y ven a muchas facciones del judaísmo contemporáneo como una aberración de la verdadera fe bíblica.

En su encuesta del 2009 sobre teología mesianicojudía, Richard Harvey va más allá e identifica un total de ocho tipos de judaísmo mesiánico, argumentando igualmente que pueden trazarse en un rango que va “desde lo más cercano al evangelicalismo protestante, desde el que ha surgido el movimiento mesiánico”, por un lado, hasta “aquellos que ubican el núcleo de su identidad principal dentro del ‘espacio social judío’ y las normas religiosas y teológicas judías”, por el otro (267). En otras palabras, las varias formas de judaísmo mesiánico pueden ser entendidas dentro de un rango que va desde las que se ven más como el cristianismo hasta las que se ven más como el judaísmo. Y esto es exactamente lo que hemos estado sosteniendo en párrafos anteriores.

Harvey sugiere que el “evangelicalismo protestante” es el semillero a partir del cual surgió el movimiento judío mesiánico moderno. Por esta razón, hay corrientes del movimiento mesiánico que son profundamente evangélicas tanto en práctica como en creencia. En Israel, por ejemplo, hay algunas congregaciones que no usan, en absoluto, la tradición o liturgia judías en sus servicios, sino que usan música contemporánea de alabanza y adoración, seguida de una prédica, tal como suele suceder en la congregación evangélica promedio. Una de las razones de ello es que la cultura dominante en Israel es judía, así que allí las comunidades mesiánicas a menudo tienen que diferenciarse de la adoración y la vida litúrgica judías tradicionales de forma distinta a como típicamente se diferencian las comunidades mesiánicas en la diáspora. De hecho, en la diáspora es más común encontrar otras corrientes del movimiento mesiánico cuyo marco de referencia en la fe y la práctica proviene del judaísmo tradicional. Los grupos más radicales buscan emular una suerte de “judaísmo sumado a Jesús”, en el que uno podría asistir a una sinagoga ortodoxa regular, verse y actuar como judío ortodoxo y al mismo tiempo creer en Jesús como el mesías judío (de forma análoga a los jasidim de la corriente Lubavitch que creen que el rabino Shcneerson es el Mesías).

No obstante, Harvey señala que ambos extremos son minoría dentro del movimiento mesiánico global, lo que sugiere que ninguno es representativo de las características distintivas comunes de la identidad judía mesiánica. Por lo tanto, parece que en algún lugar entre los dos extremos se halla lo que podría denominarse “comportamiento e identidad mesianicojudíos prescriptivos”; aunque debemos reconocer que la palabra “prescriptivo” no ejerce un juicio de valor, como si algunos creyentes mesiánicos vivieran de forma más auténtica que otros. A fin de cuentas, la identidad mesianicojudía es un llamado que se gestiona individualmente. La Iglesia en general debería reconocer la diversidad de credo y prácticas dentro del judaísmo mesiánico sin hacer afirmaciones genéricas como “esto es lo que creen todos los judíos mesiánicos”. Los límites del espectro que hemos esbozado más arriba, sin embargo, deberían ser de ayuda para que pastores y líderes de la Iglesia identifiquen mejor las diferentes líneas de pensamiento mesianicojudío con las que podrían toparse.

Las características distintivas de la identidad mesianicojudía

Tanto la MJAA como la UMJC creen que el Dios único de Israel se ha revelado como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Muchos en el mundo cristiano consideran que la creencia en la Trinidad no es negociable, y ello se ha trasferido, sin duda, al judaísmo mesiánico dominante. Como ya se dijo antes, el judaísmo mesiánico se alinea doctrinalmente con el evangelicalismo protestante en muchos sentidos, pero a medida que nos movemos a lo largo del espectro hacia las “normas teológicas y religiosas judías” comienzan a surgir diferencias notables.

Una de las reivindicaciones más centrales del movimiento mesiánico es que la identidad judía importa. Si la identidad “cristiana” fuera todo lo que importara, no habría necesidad de un movimiento separado; las congregaciones judías mesiánicas surgieron parcialmente como resultado de la dificultad de mantener la identidad judía dentro de la iglesia cristiana típica. Pero la pregunta controvertida siempre ha sido qué significa, para un creyente judío en Jesús, “mantener” una identidad judía. A pesar de que no existe un acuerdo unánime dentro del movimiento mesiánico, ciertos marcadores identitarios clave continúan siendo estándar en virtud, ya sea de sus orígenes bíblicos, o de su aceptación común dentro del mundo judío en general.

Primero, así como algunos cristianos eligen identificarse públicamente llevando una cruz o un emblema de pez colgados al cuello, existen muchos signos exteriores que el pueblo judío ha usado para identificarse a lo largo de la historia. La kipá (o yarmulke, en idish) es la pequeña cubierta redonda que llevan sobre la cabeza muchos hombres –y algunas mujeres– judíos. El talit (manto de oración) y los tzitzit (flecos) también son artículos de vestir habituales específicos del judaísmo. El uso de tzitzit en particular es ordenado en la torá (Nm 15:38, Dt 22:12), y es probable que Jesús los usara en su vestimenta (Mt 9:20). La Estrella de David también es un símbolo usado por gente que desea asociarse con el pueblo judío o con la nación de Israel, aunque debe señalarse que muchos grupos distintos se la han apropiado a través del tiempo y no necesariamente tiene la misma connotación que otros significantes visuales.

Aparte de otros símbolos físicos y artículos de vestir, la segunda forma en que muchos judíos mesiánicos eligen mantener su identidad judía es observando ciertas costumbres judías. En lugar de adorar en domingo, los creyentes judíos en Jesús a veces eligen adorar la noche del viernes o el sábado (el sabbat bíblico), y en lugar de observar las celebraciones cristianas (como Domingo de Resurrección y Navidad), en ocasiones eligen guardar las fiestas bíblicas (como la pascua judía y Sucot). Muchos judíos mesiánicos también observan algunas de las leyes dietéticas, conocidas coloquialmente como “comer kósher”. A menudo se cree que el Nuevo Testamento prohíbe guardar las leyes dietéticas, pero varios eruditos han demostrado recientemente que el asunto es mucho más complejo. Es muy probable que, tal como era común entre los judíos del siglo I, Jesús y sus discípulos no consumieran alimentos prohibidos en la torá. Tomando esto en consideración, muchos creyentes judíos mesiánicos continúan viendo el abstenerse de ciertos alimentos como un marcador identitario que es importante mantener. Lo mismo puede decirse de la circuncisión, otra costumbre importante, mencionada con frecuencia en el Nuevo Testamento y cuyas raíces bíblicas se remontan al pacto de Dios con Abraham en Génesis 17.

No obstante, a medida que nos movemos a lo largo del antes mencionado espectro “hacia el espacio social judío”, resulta cada vez más difícil mantener la identidad judía en el contexto de la congregación local tradicional. Por ejemplo, existe un número limitado de iglesias que ofrezcan servicios los viernes por la noche o los sábados para alguien que decida adorar esos días en lugar del domingo. ¿Y si alguien siente la convicción de observar las fiestas judías o celebrar el bar/bat mitzvá de uno de sus hijos? ¿Ha de hacerlo en la privacidad de su hogar, o habría de buscar un entorno en el que pueda hacerlo en comunidad con otros? Como ya hemos citado antes, esta es una de las razones por las que Mark Kinzer concluye que muchos creyentes judíos en Jesús pueden hallarse “imposibilitados de practicar su judaísmo” en el marco de una congregación tradicional.

Las congregaciones judías mesiánicas han surgido, por lo tanto, como una alternativa para los creyentes judíos en Jesús que buscan ejercer su fe en comunidad con otros creyentes de ideas afines. Con todo, mientras que para algunos puede ser simplemente una preferencia, otros consideran vital la existencia de congregaciones judías mesiánicas en lo que respecta al testimonio de la Iglesia. Kinzer se pronuncia a favor de lo que denomina “eclesiología bilateral”, es decir, la existencia de dos ramas de la Iglesia. Un mosaico antiguo ubicado en lo alto de la entrada de Santa Sabina, una de las iglesias más antiguas de Europa que aún se conservan (ca. 425 d. C.), retrata esta visión claramente en las figuras de dos mujeres paradas una frente a otra, la primera etiquetada como “Ecclesia ex circumcisione” (Iglesia de la circuncisión), y la segunda como “Ecclesia ex gentibus” (iglesia de los gentiles). Distintas entre ellas, ambas constituyen el Cuerpo del Mesías.

Kinzer lamenta la percepción común entre los cristianos de que las congregaciones judías mesiánicas son meramente “expresiones indígenas” del evangelio, similares a las iglesias plantadas en diferentes naciones o contextos que tienden a reflejar costumbres de las culturas en las que están plantadas (algunas veces de forma intencional por razones misionológicas). Kinzer afirma, en cambio, que el pueblo judío no es como ninguna otra nación; es una nación santa con la que Dios ha hecho un pacto “irrevocable” (Ro 11:29), y ello es importante al considerar cómo deberíamos entender el ser, u ontología, de la Iglesia. Como hemos discutido en nuestro ensayo sobre la Iglesia y la identidad judía, la Iglesia solo puede ser tal cuando consta de judío y gentil unidos como el “nuevo hombre” (Ef 2:14), o como Markus Barth escribió en su comentario de Efesios, no se trata de un “nuevo hombre surgido a partir de dos”, sino de “un nuevo hombre que consta de dos”. La naturaleza misma del ser de la Iglesia, es decir, su ontología, es que consta de dos grupos, judío y gentil; Israel y las Naciones. La Iglesia debe tener un componente judío, de otra forma su ser no está completo. Verdaderamente, la reconciliación entre Israel y las Naciones en el Mesías es parte integral del evangelio.

Es precisamente esta tarea la que muchos judíos mesiánicos se ven cumpliendo. En su libro The Nature of Messianic Judaism [La naturaleza del judaísmo mesiánico], Kinzer cita al teólogo alemán Peter von der Osten-Sacken: “El judaísmo mesiánico es el ‘puente eclesiológico que une a Israel y a los gentiles’” (Kinzer 2000, 31). Ciertamente, ese puente resulta vital para una Iglesia que rechace seriamente la afirmación de haber reemplazado o cumplido con el papel de Israel. Y esto lleva a Kinzer a declarar, con audacia: “Sin los judíos y el judaísmo mesiánicos, la ekklesia no es verdadera y completamente tal” (34). Ya no es suficiente que los judíos existan como “cristianos” no distintos dentro de la Iglesia. Si los creyentes judíos en Jesús son el “puente” entre Israel y la Iglesia, deben mantenerse distintamente judíos, razón por la cual Kinzer aspira a que los creyentes judíos mesiánicos se integren más a la comunidad judía en general.

Así, de acuerdo con el acercamiento de la eclesiología bilateral, las congregaciones judías mesiánicas son más que iglesias cristianas que adoran “al estilo judío”. Más bien, representan una realidad fundamental de la Iglesia que no puede compararse con la de ninguna otra “expresión indígena” o cultural del evangelio. La aplicación concreta de Kinzer de la eclesiología bilateral (con su delineación de una “ekklesia judía” separada) no es del todo aceptada dentro del movimiento mesiánico, pues hay quienes sienten que llega demasiado lejos en su asociación con el judaísmo. No obstante, la perspicacia teológica que sustenta su visión exige una consideración seria.

Conclusión

Hemos esbozado varios acercamientos al judaísmo mesiánico y hemos intentado ofrecer una visión balanceada del movimiento en su conjunto, con un enfoque particular en el espectro que existe desde el evangelicalismo protestante, en un extremo, hasta el judaísmo ortodoxo, en el otro. La identidad mesianicojudía es un asunto complejo que ha de gestionarse dentro del movimiento mesiánico mismo, no ser impuesta desde afuera por los cristianos gentiles, pero, primero, le corresponde a la Iglesia afirmar que no puede ser adecuadamente tal sin la presencia de creyentes judíos en su seno.

En visión de Kinzer, el judaísmo mesiánico no es meramente un movimiento comunitario que busca volver al llamado judaísmo “auténtico” de Jesús, sino que su aspiración central es forjar una integración particular de historia y cultura judías, tradición rabínica y fe en Jesús que constituya una expresión legítima del judaísmo contemporáneo, tal como sucedía en el siglo I. Otros líderes judíos mesiánicos no se sienten tan cómodos con esta definición y prefieren, en cambio, ubicarse dentro del contexto de la tradición cristiana aun cuando se siguen identificando como judíos mesiánicos. La Iglesia debería otorgar el espacio para que los creyentes judíos en Jesús sean guiados por el Espíritu Santo para adoptar cualquier nivel de expresión judía al que se sientan llamados. Pero en palabras de Kinzer, “si la ekklesia es verdaderamente el cuerpo terrenal –o parte del cuerpo terrenal– de un judío resucitado, necesita reconciliarse finalmente con el pueblo y la tradición a los que pertenece dicho judío” (Kinzer 2005, 25). Al edificar relaciones con creyentes judíos mesiánicos y afirmar la legitimidad de la identidad mesianicojudía, la Iglesia podrá, al fin, “reconciliarse” consigo misma y renovar su devoción al Dios de Israel y a su hijo, Jesús, el judío eternamente resucitado.

Recursos adicionales

  • Harvey, Richard. 2009. Mapping Messianic Jewish Theology: A Constructive Approach. n.p.:Paternoster Press.
  • Kinzer, Mark. 2005. Post-Missionary Messianic Judaism. Grand Rapids, MI: Brazos Press.
  • Kinzer, Mark. 2000. The Nature of Messianic Judaism. West Hartford: Hashivenu Archives.
  • Rudolph, David J., y Joel Willits, eds. 2013. Introduction to Messianic Judaism: Its Ecclesial Context and Biblical Foundations. Grand Rapids, MI: Zondervan.
  • Consulte también el sitio web: www.messianicstudies.com
  • Consulte también el sitio web: boroughparksymposium.com

Traducción al español: Alejandra Ramírez Olvera

Guardado para después
man paint-brush-1